Manuel de Cabanyes: A mi estrella, poema polític i filosòfic
Homenatge en celebració del Dia Internacional de la Poesia
La Masia de Cabanyes i el Centre d’Interpretació del Romanticisme Manuel de Cabanyes (CIRMAC), com homenatge al Dia Internacional de la Poesia, volem recordar un poema de Manuel de Cabanyes, inclòs dins els Preludios de mi lira. Aquest poema sembla que fou escrit el desembre de 1831 a la casa de la Granada i enviat a algun amic de Barcelona, potser a Joan-Anton Suárez, com il·lustració poètica de la carta que acompanyava. Cal entendre el poema com un cant a la tolerància política i una negativa a participar en les iniciatives polítiques clandestines que s’organitzaven a Barcelona. Aquesta negativa va acompanyada amb reflexions filosòfiques que li serveixen per tal de criticar el perillós projecte insurgent dels seus amics.
A mi estrella
¡Salve, luz de mi vida!
¡Guiadora gentil de mi carrera,
estrella mía, salve !
Largo tiempo mis ojos te han buscado;
en el zafir celeste
clavados largo tiempo, a tus brillantes
hermanas preguntaron,
¡ ay ! y a su voz ninguna sonreía.
Mas tú. . . yo te conozco,
y tú me escucharás, Ninfa del Éter.
Sobre tus áureas alas
a tu mortal desciende que te implora,
y así de su destino
la ley sobre su frente con un rayo
de tu corona escribe:
“Ciencias vanas que el alma ensoberbecen
y el corazón corrompen,
favor de plebe y dones de tiranos,
este mortal desprecia;
ni asesino de déspotas, ni siervo
será, ni de virtudes
enseñador que ultrajan los mortales
o mofan, ni de leyes
artífice que a guisa de rameras,
con desdén o con saña,
miran al infeliz y al poderoso
cariñosas sonríen .
¡ Hombres ! pensad, mas permitid que piense;
dejad pasar su carro
que el vuestro no él impedirá que marche.
De vuestra fantasía
los ídolos amad, él nada anhela
de lo que amáis vosotros.
Del corazón en el altar, do tiene
pocos nombres inscritos,
arde una llama pura, inmensa, eterna :
¡ Hombres ! ella le basta,
nada quiere de vos más que el olvido.”
Finiste, amada Ninfa,
y agradecida el alma te bendice.
Sobre tus alas de oro
vuelve otra vez a tu mansión celeste;
yo lejos de los hombres
levantaré mi choza solitaria,
y mis oscuros días
con tu luz regiré modesta y pura.
Del perdón en las aguas
me lavaré, y envuelto en mi inocencia
veré caer y alzarse
y otra vez sucumbir reyes y pueblos;
por altos conductores
a una arena veré rebaños viles
guïar de humanas fieras,
y apedazarse, devorarse, el alma
saciar de los caudillos
de escenas de matanza y de carnaje;
horrorosas contiendas
que encienden sólo cuantas de infierno hijas
rabiosas pasiones,
desde que existe el universo asuelan,
en máscaras hermosas
siempre velado el lúrido semblante.
¡ Yo lo veré. . . con llanto !,
pero mi pecho latirá tranquilo.
Del Ida allá en la cumbre
así al Saturnio el gran cantor nos pinta,
el áspera refriega
contemplando de Teucros y de Aquivos:
cáen[se] los héroes; rojas
con la sangre las límpidas corrientes
el Janto y Simois vuelcan;
la faz llorosa y suplicantes manos
al Olimpo dirigen
las Dárdanas esposas y las madres;
de las Deidades mismas
el feliz corazón palpita inquieto,
y calma goza eterna
el Padre de los hombres y los dioses.
Xavier Solà de Andrés